Alicia & Raúl

¿Quieres volver a casarte conmigo? Le preguntó él. Una y cien veces más, ¡Sí quiero! le respondió ella.

Y así mirándose a los ojos, se volvieron a prometer matrimonio en una ceremonia emocionante, intensamente bonita y que guardaremos siempre en nuestras retinas. Pero la historia de esta pareja comienza mucho tiempo atrás. Así que retrocedamos un poquito en el tiempo.

Siempre recalcamos que una de las labores más importantes en el proceso creativo de un proyecto de boda es identificar los gustos de cada una de nuestras parejas. Es de vital importancia entender a cada uno de nuestros novios para poder ofrecerles su boda soñada.

Alicia y Raúl celebraron hace ya algunos años, lo que podríamos considerar un bodón por todo lo alto, no faltó de nada, pero sin embargo, a ellos con el paso del tiempo, les quedó una espinita clavada. No había sido la boda que ellos hubieran imaginado. Así que decidieron quitarse esa espinita y organizar una nueva boda, esta vez, mucho más íntima y personal.

Para ello, llamaron a nuestra puerta, más bien, la virtual, porque debido a la distancia, ellos viven en Italia, nuestras primeras reuniones fueron a través de la pantalla de un ordenador o un teléfono. Bendita tecnología que nos permite estar conectados pese a los kilómetros de distancia. Desde el momento uno, nos contagiaron el amor que se tienen el uno por el otro, la ilusión de quien se casa por primera vez y la ganas de vivir su auténtica fiesta del amor.

El primer paso de su segunda-primera boda era encontrar el escenario idóneo. Buscaban un lugar íntimo y bello, rodeado de naturaleza. El espacio elegido fue una finca privada restaurada el siglo pasado con una torre medieval y decoraciones en cerámica de los siglos XVII, XIX y XX que le otorgan un carácter valenciano muy acogedor, rural y romántico. La masía está rodeada de campos repletos de naranjos que son apadrinados por personas de toda Europa que ayudan a su cuidado y su cultivo y que posteriormente reciben en sus casas naranjas valencianas recién sacadas de su árbol. Decisión tomada, teníamos un espacio sin igual para nuestra boda.

Fueron pasando los meses y el proyecto iba tomando forma, la fecha se acercaba y entrábamos en la última semana antes de la boda, cuando las primeras previsiones meteorológicas nos indicaban tormenta de la buena para el día de la fiesta. Teníamos poco margen de maniobra para adaptar todo el proyecto a una nueva realidad. Un escenario desafiante que afrontábamos rodeados de buenos profesionales que codo con codo trabajamos juntos para que aquel sábado de junio, la lluvia simplemente fuera una mera anécdota.

Con todos los invitados preparados por fin se abrió la puerta de la masía y en un imponente descapotable de época, llegó Raúl. Tuvimos que esperar un poquito más al coche de Alicia, que finalmente hizo aparición entre los aplausos de familiares y amigos. Estaba todo listo para que comenzara la ceremonia.

El lugar elegido para realizar la ceremonia civil, fue un rinconcito adorable junto a los muros exteriores de la masía adornados por un jardín vertical de buganvillas. En el centro de este patio exterior había un antiguo pozo de agua engalanado con flores y dando la bienvenida a los invitados, un arco repleto de flores que dejó boquiabiertos a todos los asistentes creado por El Taller de Clo.  Sin duda un escenario a la altura de lo que allí se vivió, de la mano de Cristina Meraki, Alicia y Raúl volvieron a decirse mutuamente, ¡eres mi principio y mi fin!

Dejadas las emociones a un lado, llegó el momento del cóctel. Aprovechamos un espacio a la sombra de unos imponentes árboles para instalar la zona de juegos infantiles y los diferentes bufets de comida preparados por Catering Cinco.

Un camino junto a la piscina conducía a los invitados a la zona de la comida. Debido a las condiciones meteorológicas, tuvimos que hacer un ejercicio de ingeniería y colocar unas carpas tipo haimas para proteger las mesas y a los invitados de la lluvia. Nunca un plan B lució tan bonito bajo las carpas y las guirnaldas de luz de Grupo Altius. El seating esperaba en la entrada a sus invitados. Una trasera de madera, decorada en flor, con la distribución de las mesas en láminas sobre telas tintadas a mano.

Las mesas lucían increíbles colores gracias a los diferentes centros de flor que se combinaban entre sí, junto a los caminos de mesa en rosa, todo ello sobre la madera desnuda que le daba un toque rústico, pero lleno de colorido. El espacio lo completaban dos tipis repletos de cojines y una mesa baja a modo de zona de relax y descanso, y un escenario con pista de baile incluida, hecho íntegramente en madera, que aguardaban pacientemente su momento.

La fiesta se alargó hasta bien adentrada la noche. Nuestros chicos habían preparado muchas sorpresas para sus invitados. Rompieron el hielo dos monologuistas que consiguieron sacarnos carcajada tras carcajada. Posteriormente llegó el momento de la música de la mano de Coveralia. Temazo tras temazo mientras caía la tarde y la noche se hacía presente. Era el momento de la cena, y para ello, teníamos los Food Trucks preparados, que junto a la música rockandrollera de fondo, trasladó a los invitados a los años 50 mientras degustaban pizzas y hamburguesas para reponer fuerzas. Era el momento para que el DJ pusiera la guinda al que sin duda fue un día inolvidable para Alicia y Raúl, y que podrán revivir gracias al vídeo que Un Par de Medias les preparó.

A nosotros solo nos queda invitaros a disfrutar las fotos que con sus cámaras captaron Díez & Bordons. Esperamos que disfrutéis tanto como lo hicimos nosotras.


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